La Escuela de Frankfurt y la Corrección Política
La Nueva Edad Media: La Escuela de Frankfurt y la “Corrección
Política”
por Michael Minnicino,1991
Las personas de Norteamérica y Europa occidental
aceptan ahora un nivel de fealdad en sus vidas diarias que es casi sin
precedentes en la historia de la civilización occidental. La mayor parte de
nosotros nos hemos habituado tanto a ello que la muerte de millones de personas
por hambre y enfermedades no saca de nosotros más que un suspiro o un murmullo
de protesta. Nuestras propias calles de las ciudades, hogar de legiones de
personas sin hogar, son gobernadas por DopeInc. [la Corporación de las
Drogas], la industria más grande en el mundo, y en aquellas calles los
estadounidenses ahora se asesinan unos a otros en una proporción no vista desde
la Edad Media.
Al mismo tiempo, mil horrores más pequeños son tan
triviales que pasan inadvertidos. Nuestros hijos pasan tanto tiempo sentados
delante de televisores como en la escuela, mirando con regocijo escenas de
tortura y muerte que podrían haber impresionado a un auditorio en el Coliseo
romano. La música está en todas partes, casi inevitable, pero ella no eleva, ni
siquiera tranquiliza, sino que se clava en los oídos, a veces escupiendo una
obscenidad. Nuestras artes plásticas son feas, nuestra arquitectura es fea,
nuestra ropa es fea. Hubo ciertamente períodos en la Historia donde la
Humanidad hubo sobrevivido a clases similares de brutalidad, pero nuestra época
es crucialmente diferente. Nuestra Era post-Segunda Guerra Mundial es la
primera en la Historia en la cual estos horrores son completamente evitables.
Nuestro tiempo es el primero en tener la tecnología y los recursos para
alimentar, alojar, educar y emplear humanamente a cada persona en la Tierra,
sin importar el crecimiento de la población. Pero cuando se muestran las ideas
y se prueban las tecnologías que pueden solucionar los problemas más horrendos,
la mayoría de la gente se retrae hacia una implacable pasividad. Nos nos hemos
hecho solamente feos, sino impotentes.
Sin embargo, no hay ninguna razón de por qué nuestra
actual situación moral y cultural tuvo que resultar, legítima o naturalmente,
como lo ha hecho; y no hay ninguna razón de por qué esta tiranía de la fealdad
debiera continuar por un instante más.
Considere la situación de sólo hace cien años, a principios
de la década de 1890. En música, Claude Debussy estaba completando su Preludio
a la Siesta de un Fauno, y Arnold Schönberg comenzaba a experimentar con
el atonalismo; al mismo tiempo, Dvorak estaba trabajando en su Novena
Sinfonía, mientras Brahms y Verdi todavía vivían. Edvard Munch exponía su
pintura El Grito, y Paul Gauguin su Autorretratocon Halo,
pero en Estados Unidos, Thomas Eakins todavía pintaba y enseñaba. Mecanicistas
como Helmholtz y Mach tenían importantes cátedras universitarias de ciencia,
junto con los alumnos de Riemann y Cantor. La encíclica De RerumNovarum
del Papa León XIII estaba siendo promulgada, justo cuando secciones de la Segunda
Internacional Socialista se estaban volviendo terroristas, y se
preparaban para la guerra de clases.
La creencia optimista de que uno podría componer
música como Beethoven, pintura como Rembrandt, estudiar el universo como Platón
y Nicolás de Cusa, y cambiar la sociedad mundial sin violencia, estaba viva en
la década de 1890. Es verdad que dicha creencia era débil, y que estaba bajo
sitio, pero estaba difícilmente muerta. Sin embargo, dentro de breves veinte
años, esas tradiciones clásicas de la civilización humana habían sido casi
barridas, y el Occidente se había comprometido en una serie de guerras de una
carnicería inconcebible.
Lo que comenzó hace aproximadamente cien años, fue lo
que podría ser llamado un “contra-Renacimiento”. El Renacimiento
de los siglos XV y XVI fue una celebración religiosa del alma humana y del
potencial de la Humanidad para su crecimiento. La belleza en el Arte no podía
ser concebida como algo menos que la expresión de los más avanzados principios
científicos, como queda demostrado por la geometría sobre la cual están basadas
la perspectiva de Leonardo y la gran cúpula de Brunelleschi de la catedral de
Florencia. Las mejores mentes de la época volvían sus pensamientos a los cielos
y a las poderosas aguas, y trazaron un mapa del Sistema Solar y la ruta hacia
el Nuevo Mundo, planeando grandes proyectos para cambiar el curso de los ríos
para el mejoramiento de la Humanidad. Hace aproximadamente cien años, fue como
si una larga lista de comprobación hubiera sido preparada, con todos los
maravillosos logros del Renacimiento enumerados, cada uno para ser revertido.
Como parte de este movimiento de una “Nueva Era”, como fue llamado
entonces, el concepto del alma humana fue socavado por la campaña intelectual
más vociferante de la Historia; el Arte fue separado a la fuerza de la Ciencia,
y la Ciencia misma fue convertida en objeto de profunda sospecha. El Arte fue
hecho feo porque, se dijo, la vida se había hecho fea.
El cambio cultural lejos de las ideas del Renacimiento
que construyeron el mundo moderno,se debió a una especie de masonería de la
fealdad. Al principio, esto era una conspiración política formal para
popularizar teorías que fueron expresamente diseñadas para debilitar el alma de
la civilización judeo-cristiana, de manera de hacer creer a la gente que la
creatividad no era posible, que la adhesión a la verdad universal era un
síntoma de autoritarismo, y que la Razón misma era sospechosa. Esta
conspiración fue decisiva en la planificación y desarrollo, como medios de
manipulación social, de las enormes nuevas industrias hermanas de la radio, la
televisión, el cine, la música grabada, la publicidad y las encuestas de
opinión pública. El omnipresente influjo psicológico de los medios de
comunicación fue deliberadamente fomentado para crear la pasividad y el
pesimismo que afligen hoy a nuestras poblaciones. Tan exitosa fue esta
conspiración, que se ha incrustado en nuestra cultura; ya no necesita ser
una”conspiración”, ya que ha adquirido vida propia. Sus éxitos no son
discutibles; usted sólo tiene que encender la radio o el televisor. Incluso el
nombramiento de un juez de la Corte Suprema es deformado en una telenovela
erótica, con el auditorio poniéndose, a partir de aspectos secundarios, del
lado de su personaje favorito.
Nuestras universidades, la cuna de nuestro futuro
tecnológico e intelectual, se han visto abrumadas por la “Corrección
Política” de la Nueva Era estilo Internacional Comunista. Con el
colapso de la Unión Soviética, nuestros recintos universitarios ahora
representan la más grande concentración del dogma marxista en el mundo. Los
irracionales arrebatos adolescentes de los años ’60 han sido
institucionalizados en una “revolución permanente”. Nuestros
profesores miran por sobre sus hombros, esperando que la actual moda se calme
antes de que la denuncia de un estudiante borre el trabajo de toda una vida;
algunos graban en cintas sus conferencias, temiendo acusaciones
de”insensibilidad” hechas por alguna enfurecida
“GuardiaRoja”. Los estudiantes de la Universidad de Virginia
recientemente solicitaron con éxito eliminar la exigencia de leer a Homero,
Chaucer y otros “Varones Europeos Muertos”, porque tales escritos son
considerados etnocéntricos, falocéntricos, y generalmente inferiores a los
autores “más relevantes” del Tercer Mundo, femeninos u homosexuales.
Ésta no es la academia de una república; éste es el
NKVD [Comisariado Popular de Asuntos Internos] de Stalin desarraigando
a los “desviacionistas” y prohibiendo libros. Lo único que falta es
la hoguera pública.
Tendremos que afrontar el hecho de que la fealdad que
vemos alrededor nuestro ha sido conscientemente fomentada y organizada de tal
manera que una mayoría de la población está perdiendo la capacidad cognoscitiva
de transmitir a la siguiente generación las ideas y métodos sobre los cuales
nuestra civilización fue construída. La pérdida de aquella capacidad es el
indicador primario de una Edad Oscura. Y en una nueva Edad Oscura (o Edad
Media) es exactamente en lo que estamos. En tales situaciones, el registro de
la Historia es inequívoco: o bien creamos un Renacimiento, un renacer de los
principios fundamentales sobre los cuales se originó la civilización, o nuestra
civilización muere.
1. LA ESCUELA DE FRANKFURT: INTELECTUALIDAD BOLCHEVIQUE
El único y más importante componente organizativo de
esta conspiración fue un centro de estudios comunista llamado el Instituto
para la Investigación Social (ISR, Institute for Social Research),
pero popularmente conocido como la Escuela de Frankfurt.
En los vertiginosos días inmediatamente después de la
Revolución bolchevique en Rusia, se creía ampliamente que la revolución
proletaria arrasaría momentáneamente desde los Urales a Europa y, finalmente,
hasta Norteamérica. Pero no lo hizo; las dos únicas tentativas de un gobierno
de los trabajadores en Occidente —en Múnich y Budapest— duraron sólo meses. La Internacional
Comunista (Comintern) por lo tanto comenzó varias maniobras para determinar
por qué esto era así. Una de tales maniobras fue encabezada por Georg Lukacs,
un aristócrata húngaro, hijo de uno de los principales banqueros del Imperio de
los Habsburgo. Formado en Alemania y ya un importante teórico literario, Lukacs
se hizo comunista durante la Primera Guerra Mundial, escribiendo, cuando él se
integró al partido, “¿Quién Nos Salvará de la Civilización
Occidental?”. Lukacs estaba bien capacitado para la tarea de la Internacional
Comunista: él había sido uno de los Comisarios de Cultura durante el
efímero Soviet húngaro en Budapest en 1919; en efecto, los
historiadores modernos vinculan la brevedad del experimento de Budapest a las
órdenes de Lukacs que impusieron la educación sexual en las escuelas, acceso
fácil a la anti-concepción, y el aflojamiento de las leyes de divorcio, todo lo
cual repudió la población católica de Hungría.
Huyendo a la Unión Soviética después de la
contra-revolución, Lukacs se mantuvo oculto en Alemania en 1922, donde presidió
una reunión de sociólogos e intelectuales de orientación comunista. Dicha
reunión fundó el Instituto para la Investigación Social. Durante la
década siguiente, ese Instituto elaboró lo que llegaría a ser la más exitosa
operación de guerra psicológica de la Internacional Comunista contra
el Occidente capitalista.
Lukacs determinó que cualquier movimiento político
capaz de llevar el bolchevismo a Occidente tendría que ser, en suspalabras,
“demoníaco”; que tendría que “poseer el poder religioso que
es capaz de llenar el alma entera; un poder que caracterizó al cristianismo
primitivo”. Sin embargo,sugirió Lukacs, tal movimiento político
“mesiánico” sólo podría tener éxito cuando el individuo creyera que
sus acciones son determinadas “no por un destino personal, sino por el
destino de la comunidad” en un mundo “que ha sido abandonado
por Dios“. El bolchevismo funcionó en Rusia porque aquella
nación estaba dominada por una peculiar forma gnóstica de cristianismo
tipificado por los escritos de Fyodor Dostoyevsky. “El modelo para el
nuevo hombre es Alyosha Karamazov”, dijo Lukacs, refiriéndose al
personaje de Dostoyevsky que voluntariamente dedicó su identidad personal a ser
un hombre santo, y así dejó de ser “único, puro, y por lo tanto
abstracto”.
Este abandono de la singularidad del alma también
resuelve el problema de “las fuerzas diabólicas que están al acecho en
toda violencia” que deben ser soltadas a fin de crear una revolución.
En este contexto, Lukacs citó la sección del Gran Inquisidor de la novela “Los
Hermanos Karamazov” de Dostoyevsky, notando que el Inquisidor que
interroga a Jesús ha resuelto la cuestión del bien y el mal: una vez que el
hombre ha entendido su distanciamiento de Dios, entonces cualquier
acto al servicio del “destino de la comunidad” está
justificado; tal acto no puede ser “ni delito ni locura… Ya que el
delito y la locura son objetivaciones de la falta trascendental de hogar”.
Según un testigo ocular, durante las reuniones de la
dirigencia soviética húngara en 1919 para preparar listas para el pelotón de
fusilamiento, Lukacs a menudo citaría al Gran Inquisidor: «Y nosotros
quienes, para la felicidad de ellos, hemos tomado los pecados de ellos sobre
nosotros, estamos ante usted y decimos: “Júzguenos si usted puede, y si
usted se atreve”».
ELPROBLEMA DEL GÉNESIS
Lo que diferenció a Occidente de Rusia, identificó
Lukacs, fue una matriz cultural judeo-cristiana que enfatizaba exactamente la
singularidad y la sacralidad del individuo de las que Lukacs abjuró. En su
núcleo, la ideología occidental dominante sostenía que el individuo, mediante
el ejercicio de su razón, podía discernir la Voluntad Divina en una relación no
mediata. Lo que era peor, desde el punto de vista de Lukacs, es que esta
razonable relación necesariamente implicaba que el individuo podía y debía
cambiar el universo físico en su búsqueda del Bien; que el Hombre debería
ejercer dominio sobre la Naturaleza, como está declarado en la prescripción
bíblica en el Génesis. El problema era que mientras el individuo
tuviera la creencia —o incluso la esperanza de la creencia— de que su divina
chispa de la razón podría solucionar los problemas que afronta la sociedad,
entonces aquella sociedad nunca alcanzaría el estado de desesperación y
alienación que Lukacs reconoció como el requisito previo necesario para la
revolución socialista.
La tarea de la Escuela de Frankfurt entonces
fue, primero, debilitar la herencia judeo-cristiana mediante una
“abolición de la cultura” (Aufhebung der Kultur, en el
alemán de Lukacs); y, segundo, determinar nuevas formas culturales que
incrementarían la alienación de la población, creando así una “nueva
barbarie”. Para esa tarea, se reunió en y alrededor de la Escuela de
Frankfurt un surtido increíble no sólo de comunistas sino también de
socialistas independientes, fenomenólogos radicales, sionistas, freudianos
renegados, y al menos unos cuantos miembros de un autoidentificado “culto
de Astarté”. La abigarrada membresía reflejaba, hasta cierto punto, el
patrocinio: aunque el Instituto para la Investigación Social comenzó
con el apoyo de la Internacional Comunista, durante las siguientes
tres décadas sus fuentes de financiamiento incluyeron a varias universidades
alemanas y estadounidenses, la Fundación Rockefeller, la Columbia
Broadcasting System (CBS),el American Jewish Committee,
varios servicios de Inteligencia estadounidenses, la Oficina del
AltoComisionado Estadounidense para Alemania, la Organización Internacional
del Trabajo, y el Instituto Hacker, una elegante clínica
psiquiátrica de Beverly Hills.
Del mismo modo, las lealtades políticas del Instituto:
aunque el personal superior mantenía lo que podría ser llamado una relación
sentimental con la Unión Soviética (y hay pruebas de que algunos de ellos
trabajaron para la Inteligencia soviética en los años ’60), el Instituto vio
sus objetivos como superiores a los de la política exterior rusa. Stalin, quien
se horrorizó por la indisciplinada y “cosmopolita” operación
establecida por sus predecesores, acabó con el Instituto a finales de los años
’20, forzando a Lukacs a la “auto-crítica”, y encarcelándolo
brevemente como un simpatizante alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
Lukacs sobrevivió para retomar brevemente su antiguo
cargo como ministro de Cultura durante el régimen anti-estalinista de Imre Nagy
en Hungría. De los otros personajes superiores del Instituto, las visitas
políticas inspectivas de Herbert Marcuse son típicas. Éste comenzó como un
comunista, y se convirtió en un protegido del filósofo Martin Heidegger justo
cuando éste se estaba uniendo al Partido Nacionalsocialista. Yendo a Estados
Unidos, él trabajó para la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS)
durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde llegó a ser el analista superior
del Ministerio de Asuntos Exteriores estadounidense de la política soviética
durante el auge del período del senador McCarthy. En los años ’60, él cambió
otra vez, para convertirse en el más importante gurú de la Nueva Izquierda
y terminó sus días ayudando a fundar el extremista y ambientalista Partido
de los Verdes en Alemania Occidental.
En toda esta aparente incoherencia de posiciones
cambiantes y financiamiento contradictorio no hay ningún conflicto ideológico.
Lo que no cambia es el deseo de todas las partes de contestar la pregunta
original de Lukacs: “¿Quién nos salvará de la civilización
occidental?”.
THEODOR ADORNO Y WALTER BENJAMIN
Quizás el más importante, aunque el menos conocido, de
los éxitos de la Escuela de Frankfurt fue la transformación de los
medios electrónicos de la radio y la televisión en los poderosos instrumentos
de control social que ellos representan hoy. Esto fue posible a partir del
trabajo hecho originalmente por dos hombres que llegaron al Instituto a fines
de los años ’20: Theodor Adorno y Walter Benjamin.
Después de completar sus estudios en la Universidad de
Frankfurt, Walter Benjamin planeó emigrar a Palestina en 1924 con su amigo
Gershom Scholem (quien más tarde se convertiría en uno de los más famosos
filósofos de Israel, así como en el gnóstico principal del judaísmo), pero fue
impedido por una relación amorosa con Asja Lacis, una actriz letona miembro de
la Internacional Comunista. Lacis se lo llevó rápidamente a la isla italiana de
Capri, un centro de culto de la época del Emperador Tiberio, luego usado como
una base de entrenamiento de la Internacional Comunista; el anteriormente
apolítico Benjamin le escribió a Scholem desde Capri que él había encontrado “una
liberación existencial y una percepción intensa de la actualidad del comunismo
radical”.
Lacis más tarde llevó a Benjamin a Moscú para un
adoctrinamiento adicional, donde él conoció al dramaturgo Bertolt Brecht, con
quien comenzaría una larga colaboración; poco después de entonces, mientras
trabajaba en la primera traducción alemana del poeta francés entusiasta de las
drogas Baudelaire, Benjamin comenzó una seria experimentación con alucinógenos.
En 1927 él estaba en Berlín como parte de un grupo liderado por Adorno,
estudiando las obras de Lukacs; entre otros miembros del grupo de estudios se
contaba a Brecht y su compositor-compañero Kurt Weill; a Hans Eisler, otro
compositor que más tarde se convertiría en un compositor de música de películas
en Hollywood y co-autor junto con Adorno del libro de texto Composición
para el Cine; al fotógrafo de vanguardia Imre Moholy-Nagy, y al director
de orquesta Otto Klemperer.
Desde 1928 hasta 1932, Adorno y Benjamin tuvieron una
intensa colaboración, al final de la cual ellos comenzaron a publicar artículos
en el diario del Instituto, el Zeitschrift fürSozialforschung.
Benjamin se mantuvo en los márgenes del Instituto, en gran parte debido a
Adorno, quien más tarde se apropiaría de la mayor parte de su trabajo. Cuando
Hitler subió al poder, el personal del Instituto huyó, pero, mientras la
mayoría desapareció rápidamente y se ubicó en nuevas posiciones en Estados
Unidos e Inglaterra, no hubo ninguna oferta de trabajo para Benjamin,
probablemente debido a la animadversión de Adorno. Él fue a Francia, y,
despuésde la invasión alemana, huyó a la frontera española. Esperando su
detención inmediata por la Gestapo, él se desesperó y murió en un
sórdido cuarto de hotel por sobredosis de drogas auto-administradas.
El trabajo de Benjamin permaneció casi completamente
desconocido hasta 1955, cuando Scholem y Adorno publicaron una edición de su
material en Alemania. El renacimiento pleno ocurrió en 1968, cuando Hannah
Arendt, la antigua amante de Heidegger y colaboradora del Instituto en Estados
Unidos, publicó un importante artículo sobre Benjamin en la revista New
Yorker, seguido ese mismo año por las primeras traducciones inglesas de su
trabajo. Hoy, cada librería universitaria en el país presume de tener un
estante lleno dedicado a traducciones de cada fragmento que Benjamin escribió,
más la exégesis, todo con las fechas de derechos de autor de los años ’80.
Adorno era más joven que Benjamin, y era tan agresivo
como pasivo era el hombre más viejo. Nacido como Teodoro Wiesengrund-Adorno en
una familia corsa, le enseñó piano a una temprana edad una tía que vivía con la
familia y que había sido la acompañante de conciertos de la estrella
internacional de ópera Adelina Patti. Se pensaba generalmente que Theodor se
convertiría en un músico profesional, y él estudió con Bernard Sekles, el
profesor de Paul Hindemith. Sin embargo, en 1918, mientras todavía era un
estudiante de liceo, Adorno conoció a Siegfried Kracauer. Kracauer era partede
un salón kantiano-sionista que se reunía en la casa del rabino Nehemiah Nobel
en Frankfurt; entre otros miembros del círculo de Nobel se incluía al filósofo
Martin Buber, al escritor Franz Rosenzweig, y dos estudiantes, Leo Lowenthal y
Erich Fromm. Kracauer, Lowenthal y Fromm se integrarían al Institute for
Social Research (ISR) dos décadas más tarde. Adorno contrató a Kracauer
para que le enseñara la filosofía de Kant; Kracauer también lo introdujo en los
escritos de Lukacs y de Walter Benjamin, quien giraba alrededor de la camarilla
de Nobel.
En 1924 Adorno se trasladó a Viena, para estudiar con
los compositores atonalistas Alban Berg y Arnold Schönberg, y se relacionó con
el círculo de vanguardia y ocultista que había alrededor del antiguo marxista
Karl Kraus. Allí, él no sólo conoció a su futuro colaborador, Hans Eisler, sino
que también entró en contacto con las teorías del extremista freudiano Otto
Gross. Gross, un cocainómano de mucho tiempo, había muerto en una cuneta de
Berlín en 1920, mientras pretendía ayudar a la revolución en Budapest; él había
desarrollado la teoría de que la salud mental sólo podría ser conseguida por
medio del renacimiento del antiguo culto a Astarté, que barrería el monoteísmo
y a la “familia burguesa”.
SALVANDO LA ESTÉTICA MARXISTA
Hacia 1928 Adorno y Benjamin habían satisfecho su
ansia intelectual de viajar, y se establecieron en el ISR en Alemania para
hacer algunos trabajos. Como asunto, ellos eligieron un aspecto del problema
planteado por Lukacs: cómo dar a la estética una base firmemente materialista.
Ésta era una cuestión de alguna importancia en ese entonces. Las discusiones
soviéticas oficiales de arte y cultura, con sus giros salvajes hacia el
“realismo socialista” y la “proletkult”, eran
idiotas, y sólo sirvieron para desacreditar la aspiración del marxismo a la
Filosofía entre los intelectuales. Los propios escritos de Karl Marx sobre el
asunto eran incompletos y banales, a lo sumo.
En esencia, el problema de Adorno y de Benjamin era
Gottfried Wilhelm Leibniz. A principios del siglo XVIII, Leibniz había reducido
una vez más a la nada al centenario dualismo gnóstico que divide la mente y el
cuerpo, demostrando que la materia no piensa. Un acto creativo en arte o
ciencia percibe la verdad del universo físico, pero no está determinado por
aquel universo físico. Concentrando auto-conscientemente el pasado en el
presente para efectuar el futuro, el acto creativo, adecuadamente definido, es
tan inmortal como el alma que visualiza el acto. Esto tiene implicaciones
filosóficas fatales para el marxismo, que se basa completamente en la hipótesis
de que la actividad mental está determinada por las relaciones sociales
excretadas por la producción de la Humanidad de su existencia física.
Marx esquivó el problema de Leibniz, como lo hicieron
Adorno y Benjamin, aunque este último lo hiciera con mucho más estilo. Es
incorrecto, dijo Benjamin en sus primeros artículos sobre el asunto, comenzar
con la mente razonable y creadora de hipótesis como la base del desarrollo de
la civilización; éste es un desafortunado legado de Sócrates. Como una
alternativa, Benjamin planteó una fábula aristotélica para la interpretación
del Génesis: suponer que el Edén fue dado a Adán como el estado físico
primordial. El origen de la Ciencia y la Filosofía no radica en la
investigación y en el dominio de la Naturaleza, sino en nombrar los
objetos de la Naturaleza. En el estado primordial, nombrar una cosa equivalía a
decir todo lo que había que decir sobre aquella cosa. En apoyo de esto,
Benjamin recordó cínicamente los versos iniciales del Evangelio de Juan,
evitando cuidadosamente el idioma griego, filosóficamente más amplio, y
prefiriendo la Vulgata (de modo que en la frase “En el
principio era la Palabra”, las connotaciones de la palabra griega
original “logos”—discurso, razón, raciocinio, traducida como
“Palabra”— son sustituídas por el significado más estrecho de la
palabra latina“verbum”). Después de la expulsión de Edén y
de la exigencia de Dios de que Adán comiera su pan ganado con el
sudor de su frente (la metáfora marxista de Benjamin para el desarrollo de las
economías), y de la posterior maldición de Babel hecha por Dios sobre
Nemrod (es decir el desarrollo de Estados-naciones con distintos lenguajes, que
Benjamin y Marx veían como un proceso negativo lejos del “comunismo
primitivo” del Edén), la Humanidad llegó a “enajenarse” del
mundo físico.
De esta manera —continuaba Benjamin—, los objetos
todavía emiten un “aura” de su forma primordial, pero la verdad es
ahora irremediablemente evasiva. De hecho, el discurso, el lenguaje escrito, el
arte, la creatividad misma —aquello por lo cual dominamos la materialidad—
simplemente profundizan el alejamiento al intentar, según la jerga marxista,
incorporar los objetos de la Naturaleza en las relaciones sociales determinadas
por la estructura de clase dominante en aquel punto en la Historia. El artista
creativo o el científico, por lo tanto, es un contenedor, como Ión el rapsoda
se auto-describió ante Sócrates, o como un moderno abogado de la “teoría
del caos”: el acto creativo surge de la mezcolanza de la cultura como por
arte de magia. Mientras más el hombre burgués trata de comunicar lo que él
quiere sobre un objeto, menos verídico llega a ser él; o, según una de las
declaraciones más a menudo citadas de Benjamin, “La verdad es la
muerte de la intención”.
Este juego de manos filosófico permite que uno haga
varias cosas destructivas. Haciendo de la creatividad algo históricamente
específico, usted la priva tanto de inmortalidad como de moralidad. Uno no
puede creer en una verdad universal, o ley natural, ya que la verdad tiene una
completa relación con el desarrollo histórico. Desechando la idea de verdad y
error, usted también puede descartar el concepto “obsoleto” del bien
y el mal; usted está, en palabras de Friedrich Nietzsche, “más allá
del bien y del mal”. Benjamin es capaz, por ejemplo, de defender lo
que él llama el “satanismo” de los Simbolistas franceses y sus
sucesores surrealistas, ya que en el núcleo de este satanismo “uno
encuentra el culto del mal como un mecanismo político… para desinfectar y
aislar, contra todo el diletantismo moralizante” de la burguesía.
Condenar el satanismo de Rimbaud como malo, es tan incorrecto como alabar un
cuarteto de Beethoven o un poema de Schiller como bueno, ya que ambos juicios
son ciegos ante las fuerzas históricas que trabajan inconscientemente
en el artista.
Así, se nos dice, la estructura de cuerdas del Beethoven
tardío se esforzaba por ser atonal, pero Beethoven no podía permitirse conscientemente
romper con el mundo estructurado de la Europa del Congreso de Viena (que es la
tesis de Adorno). Del mismo modo, Schiller realmente quería declarar que la
creatividad era la liberación de lo erótico, pero, como un verdadero hijo de la
Ilustración y como Immanuel Kant, él no podía hacer la necesaria renuncia a la
razón (que es la tesis de Marcuse). La epistemología se convierte en una pobre
relación de opinión pública, ya que el artista no crea conscientemente obras a
fin de elevar a la sociedad, sino que en cambio transmite inconscientemente las
presuposiciones ideológicas de la cultura en la cual él nació. La cuestión ya
no es lo que es universalmente verdadero sino lo que puede ser plausiblemente
interpretado por los auto-designados guardianes del Zeitgeist
[espíritu de la época].
“LOSMALOS NUEVOS DÍAS”
Así, para la Escuela de Frankfurt, el
objetivo de una élite cultural en la Era moderna y “capitalista” debe
ser remover la creencia de que el arte se deriva de la emulación
auto-consciente de Dios el Creador. La “iluminación
religiosa”, dice Benjamin, debe ser mostrada que “reside en
una iluminación profana, en una inspiración materialista y antropológica, a la
cual el hachís, el opio o cualquier otra cosa, puede dar una lección
introductoria”. Al mismo tiempo, debe encontrarse que las nuevas formas
culturales aumentan la alienación de la población, a fin de que ella entienda
cuán realmente enajenado es vivir sin el socialismo. “No construya
sobre los buenos tiempos pasados sino sobre los malos nuevos”,decía
Benjamin.
La dirección adecuada en pintura, por lo tanto, es
aquella tomada por el Van Gogh tardío, que comenzó a pintar objetos en la
desintegración de ellos, con el equivalente del ojo de un fumador de hachís que
“desencadena y atrae cosas fuera del mundo familiar de ellas”. En
música, “no se sugiere que uno pueda componer mejor hoy” que
Mozart o Beethoven, decía Adorno, sino que se debe componer atonalmente, ya que
el atonalismo es enfermo, y «la enfermedad, dialécticamente, es al mismo
tiempo la cura… La extraordinariamente violenta protesta reactiva que tal
música enfrenta en la sociedad actual… parece sin embargo sugerir que la
función dialéctica de esta música pueda ser sentida ya… negativamente, como
“destrucción”».
El propósito del arte, la literatura y la música
modernos debe ser destruír el potencial elevador —por lo tanto, burgués—de
aquéllos, de modo que el Hombre, privado de su conexión con lo divino, vea su
única opción creativa en la rebelión política. “Organizar el pesimismo
no significa otra cosa que expulsar la metáfora moral de la política y
descubrir en la acción política una esfera reservada en un 100% para las
imágenes”. Así, Benjamin colaboró con Brecht para trabajar estas
teorías en forma práctica, y su esfuerzo conjunto culminó en el Verfremdungseffekt (“efecto
de distanciamiento”), el intento de Brecht de escribir sus obras
dramáticas para hacer que el auditorio abandonara el teatro desmoralizado y
enojado sin un propósito concreto.
“CORRECCIÓN POLÍTICA”
El análisis de Adorno y de Benjamin representa casi la
base teórica entera de todas las tendencias estéticas políticamente
correctas que ahora plagan nuestras universidades. El
post-Estructuralismode Roland Barthes, Michel Foucault y Jacques Derrida, la
Semiótica de UmbertoEco, el Desconstructivismo de Paul DeMan, todos son
abiertamente citados por Benjamin como la fuente de su trabajo. La novela más
vendida del terrorista italiano Umberto Eco, El Nombre de la Rosa, es
poco más que una alabanza a Benjamin. DeMan, el antiguo colaborador
nacional-socialista en Bélgica, que se convirtió en un prestigioso profesor de
Yale, comenzó su carrera traduciendo a Benjamin. La infame declaración de 1968
de Barthes de que “el autor está muerto”, está pretendida
como una derivación de la declaración de Benjamin sobre la intención. Benjamin
actualmente ha sido llamado el heredero de Leibniz y de Wilhelm von Humboldt,
el filólogo colaborador de Schiller cuyas reformas educacionales engendraron el
enorme desarrollo de Alemania en el siglo XIX. Incluso tan recientemente como en
Septiembre de 1991, el Washington Post se refirió a Benjamin como “el
mejor teórico literario alemán del siglo” (y muchos hubieran omitido
el calificativo alemán).
Los lectores indudablemente han oído alguna u otra
historia de horror sobre cómo un Departamento de Estudios Afro-Estadounidenses
ha procurado que se establezca una prohibición de Otelo, porque es
“racista”, o de cómo un profesor feminista radical dio una
conferencia en una reunión de la Modern Language Association sobre las
brujas como las “verdaderas heroínas” de Macbeth. Estas
atrocidades ocurren porque los autores son capaces de demostrar
plausiblemente,en la tradición de Benjamin y Adorno, que la intención de
Shakespeare es irrelevante; lo que es importante, es el “subtexto”
racista o falocéntrico del cual Shakespeare era inconsciente cuando escribió.
Cuando el Departamento de Estudios de la Mujer
o del Tercer Mundo organiza a los estudiantes para que abandonen a los
clásicos en favor de autores negros y feministas modernos, los motivos dados
son puro Benjamin. No es que estos escritores modernos sean mejores, sino que
ellos son de alguna manera más verídicos, porque su prosa alienada refleja los
problemas sociales modernos de los cuales los autores más antiguos eran
ignorantes. A los estudiantes se les enseña que el lenguaje mismo es, como dijo
Benjamin, simplemente un conglomerado de “nombres” falsos, impuesto
sobre la sociedad por sus opresores, y se les advierte contra el
“logocentrismo”, la burguesa extrema confianza en las palabras.
Si estos bufones de campus
parecen”retardados” (en las palabras de Adorno), es porque ellos
están diseñados para ser así.
El hallazgo más importante de la Escuela de Frankfurt consiste en
la comprensión de que sus monstruosas teorías podrían hacerse predominantes en
la cultura, a consecuencia de los cambios de la sociedad provocados por lo que
Benjamin llamó “la Era de la reproducción mecánica del Arte”.
2. EL ESTABLISHMENT SE VUELVE BOLCHEVIQUE: EL
“ENTRETENIMIENTO” REEMPLAZA AL ARTE
Antes del siglo XX, la diferencia entre Arte y
“entretenimiento” era mucho más pronunciada. Uno podría ser
entretenido por el Arte, ciertamente, pero la experiencia era activa, no
pasiva. En el primer nivel, uno tenía que hacer una elección consciente para
ira un concierto, ver una cierta exhibición de Arte, comprar un libro o música
impresa. Era improbable que algo más que una fracción infinitesimal de la
población tuviera la oportunidad de ver El Rey Lear u oír la Novena
Sinfonía de Beethoven más que un par de veces en su vida. El Arte exigía
que uno hiciera uso de todos sus poderes de concentración y su conocimiento del
asunto para que cada experiencia tuviera su efecto, o de otro modo la
experiencia era considerada desperdiciada. Aquéllos eran los días cuando la
memorización de la poesía y de obras dramáticas enteras, y la reunión de amigos
y la familia para un “concierto de salón”, eran la norma, incluso en
las casas rurales. Éstos eran también los días antes de la “apreciación de
la música”; cuando uno estudiaba música, como muchos lo hacían, se
aprendía a interpretarla, no a apreciarla.
Sin embargo, las nuevas tecnologías de la radio, el
cine y la música grabada representaban, para usar el apropiado cliché marxista,
un potencial dialéctico. Por una parte, estas tecnologías daban la posibilidad
de llevar las más grandes obras de Arte a millones de personas que de otro modo
no tendrían acceso a ellas. Por otra, el hecho de que la experiencia fuera
infinitamente reproducible podría tender a desconectar la mente del auditorio,
haciendo la experiencia menos sagrada, incrementando así la alienación. Adorno
llamó a este proceso “des-mitologización”. Esta nueva pasividad,
supuso Adorno en un artículo crucial publicado en 1938, podría fracturar una
composición musical en las partes “entretenidas” que serían
convertidas en fetiche en la memoria del oyente, y las partes difíciles, que
serían olvidadas. Adorno continúa:
“La contraparte del fetichismo es una
regresión del escuchar. Esto no significa una recaída del oyente individual en
una fase más temprana de su propio desarrollo, ni en una decadencia en el nivel
general colectivo, ya que los millones que son alcanzados musicalmente por
primera vez por las comunicaciones de masas de hoy no pueden ser comparados con
los auditorios del pasado. Más bien, es la escucha contemporánea la que ha
retrocedido, y se ha detenido en la etapa infantil. Los sujetos que escuchan no
sólo pierden, junto con la libertad de elegir y la responsabilidad, la
capacidad para la percepción consciente de la música…ellos fluctúan entre el
completo olvido y zambullidas repentinas en la atención consciente. Ellos
escuchan atomísticamente y disocian lo que oyen, pero precisamente en esa
disociación ellos desarrollan ciertas capacidades que concuerdan menos con los
conceptos tradicionales de la estética que con los del fútbol o el
automovilismo. Ellos no son niños inocentes… pero son infantiles; su
primitivismo no es el de los sub-desarrollados sino el de los retrasados a
la fuerza“.
Este retardoy pre-condicionamiento conceptual causado
por el escuchar, sugirió que la programación podría determinar la preferencia.
El mismo acto de poner en la radio, supongamos, a Benny Goodman al lado de una
sonata de Mozart, tendería a amalgamar a ambos en la categoría entretenida de
“música de la radio” en la mente del oyente. Esto significaba que
incluso las ideas nuevas y desagradables podrían hacerse populares
“re-bautizándolas” mediante el homogeneizador universal de la industria
de la cultura. Como dijo Benjamin,
“La reproducción mecánica del Arte cambia la
reacción de las masas hacia el Arte. La actitud reaccionaria hacia una pintura
de Picasso se convierte en una reacción progresista hacia una película de
Chaplin. La reacción progresista está caracterizada por la fusión directa e
íntima del placer visual y emocional con la orientación del experto… En
cuanto a la pantalla, las actitudes críticas y receptivas del público
coinciden. La razón decisiva de esto es que las reacciones individuales son
predeterminadas por la respuesta de la audiencia masiva que ellos están apunto
de producir, y ésta no es en ninguna parte más pronunciada que en la
película”.
Al mismo tiempo, el poder mágico de los medios de
comunicación podría ser usado para redefinir ideas previas. “Shakespeare,
Rembrandt, Beethoven, de todos se harán películas”, concluyó
Benjamin, citando al pionero cinematográfico francés Abel Gance; “todas
lasleyendas, todas las mitologías, todos los mitos, todos los fundadores de
religiones, y las mismas religiones… esperan su resurrección a la vista
pública”.
CONTROL SOCIAL: EL “PROYECTO RADIO”
Aquí, entonces, había algunas potentes teorías del
control social. Las grandes posibilidades de este trabajo mediático de la Escuela
de Frankfurt fueron probablemente el principal factor contribuyente en el
apoyo dado al Institute for Social Research (ISR) por los baluartes
del Establishment, después de que dicho Instituto transfiriera sus
operaciones a Estados Unidos en 1934.
En 1937 la Fundación Rockefeller comenzó a
financiar la investigación acerca de los efectos sociales de las nuevas formas
de los medios de comunicación, en particular los de la radio. Antes de la
Primera Guerra Mundial la radio había sido únicamente un juguete para algunos
aficionados, con sólo 125.000 equipos de recepción en Estados Unidos entero;
veinte años más tarde, ella había llegado a ser el modo primario de
entretenimiento en el país: de 32 millones de familias estadounidenses en 1937,
27,5 millones tenían radios, ¡un porcentaje más grande que el que tenía
teléfonos, automóviles, fontanería o electricidad! Sin embargo, casi ninguna
investigación sistemática había sido hecha hasta este punto. La Fundación
Rockefeller reclutó a varias universidades, y estableció esa red en la
Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton.
Llamada la Oficina de Investigación de la Radio, fue popularmente
conocida como “el Proyecto Radio”.
El director del Proyecto fue Paul Lazersfeld, hijo
adoptivo del economista marxista austriaco Rudolf Hilferding, y un colaborador
de mucho tiempo del ISR desde principios de los años ’30. Bajo Lazersfeld
estaba Frank Stanton, un reciente doctor en Psicología industrial del Estado de
Ohio, quien recién había sido nombrado director de investigaciónde Columbia
Broadcasting System( CBS), un gran título pero una humilde posición.
Después de la SegundaGuerra Mundial Stanton se convirtió en el presidente de la
División de Noticiasde la CBS, y finalmente en el presidente de la CBS en la
cúspide del poder de la red de televisión; él también fue presidente del
consejo de administraciónde la RAND Corporation, y un miembro del
“gabinete de cocina” del Presidente Lyndon Johnson. Entre los
investigadores del Proyecto estaban Herta Herzog, quien se casó con Lazersfeld
y se convirtió en la primera directora de investigación para la Voice of
America; y Hazel Gaudet, que llegó a ser uno de los principales
encuestadores políticos nacionales. Theodor Adorno fue nombrado jefe de la sección
de música del Proyecto.
A pesar del lustre oficial, las actividadesdel Proyecto
Radio dejan claro que su objetivo era probar empíricamente la tesis de
Adorno y Benjamin de que el efecto neto de los medios de comunicación podría
ser atomizar e incrementar la disposición al cambio, lo que la gente
llamaría más tarde “lavado de cerebro”.
LAS TELENOVELAS Y LA INVASIÓN DESDE MARTE
Los primeros estudios eran prometedores. Herta Herzog
produjo “On Borrowed Experiencies”, la primera investigación
completa sobre las telenovelas. El formato de “drama radial por
series” fue primero usado en 1929, bajo inspiración de la antigua serie
cinematográfica de aventura y suspenso “Perils de Pauline”. Por
cuanto estas pequeñas novelas de radio eran muy melodramáticas, ellas llegaron
a ser popularmente identificadas con la gran ópera italiana; y porque ellas a
menudo eran patrocinadas por fabricantes de jabón, terminaron con el
nombregenérico de “soap opera” (telenovela).
Hasta el trabajo de Herzog, se pensaba que la inmensa
popularidad de ese formato estaba en gran parte entre mujeres del status
socioeconómico más bajo que, en las circunstancias restringidas de sus vidas,
necesitaban un escape auxiliar a sitios exóticos y situaciones románticas. Un
artículo típico de aquel período escrito por dos psicólogos de la Universidad
de Chicago, “The Radio Day-Time Serial: Symbol Analysis”,publicado
en las Monografías de Psicología Genética, enfatizaba solemnemente el
aspecto positivo, afirmando que las teleseries “funcionan muchísimo
como el cuento popular, expresando las esperanzas y los temores de su auditorio
femenino, y en total contribuyen a la integración de sus vidas en el mundo en
el cual ellas viven”.
Herzog encontró que no había, de hecho, ninguna
correlación con el estatus socioeconómico. Lo que es más, había
sorprendentemente poca correlación con el contenido. El factor clave —como
sugerían que era las teorías de Adorno y de Benjamin— era la forma misma de la
serie; las mujeres estaban siendo eficazmente hechas adictas al formato, no
tanto para ser entretenidas o para escapar sino para “averiguar lo que
sucederá la próxima semana”. De hecho,encontró Herzog, usted casi podría
doblar la cantidad de audiencia de una radionovela al dividir a esta última en
segmentos.
Los lectores modernos reconocerán inmediatamente que
ésta no fue una lección perdida en el mundo del espectáculo. Hoy en día, el
formato de series se ha extendido a la programación para los niños y a
espectáculos de horas de máxima audiencia de alto presupuesto. Los espectáculos
más extensamente vistos en la historia de la televisión siguen siendo el
capítulo “¿Quién Mató a JR?” de la serie Dallas, y
el episodio final de M*A*S*H, los cuales estaban basados en un formato
de “¿qué sucede después?”. Incluso largometrajes, como las trilogías La
Guerra de las Galaxias y Back tothe Future, son producidas ahora
como series, a fin de capturar a la audiencia para las partes posteriores. La
humilde teleserie diaria también retiene sus cualidades adictivas en la época
actual: el 70% de todas las mujeres estadounidenses con más de dieciocho años
ahora mira al menos dos de estos espectáculos cada día, y hay una audiencia de
rápido crecimiento entre hombres y estudiantes universitarios de ambos sexos.
El siguiente estudio importante del Proyecto Radio
fue una investigación acerca de los efectos de la radionovela de 1938 Halloween
de Orson Welles, basada en La Guerra de los Mundos de H. G. Wells.
Seis millones de personas oyeron la emisión que de una manera realista
describía una fuerza invasora marciana que aterrizaba en la Nueva Jersey rural.
A pesar de afirmaciones repetidas y claras de que el espectáculo era ficticio,
aproximadamente el 25% de los oyentes pensó que era verdadero, con algunos
derechamente entrando en pánico. Los investigadores del Proyecto Radio
encontraron que una mayoría de la gente que se aterrorizó no había pensado que
hombres de Marte habían invadido; ellos realmente pensaron que los ALEMANES
eran los que habían invadido.
Sucedió de esta manera: Los oyentes habían sido
psicológicamente pre-condicionados por informes de radio acerca de la crisis de
Múnich antes de ese año. Durante aquella crisis, el hombre de la CBS
en Europa, Edward R. Murrow, dio con la idea de interrumpir la programación
regular para presentar breves boletines informativos. Por primera vez en la
transmisión masiva, las noticias fueron presentadas no en segmentos analíticos
más largos sino en cortos trozos (clips), lo que ahora llamamos
“fragmentos de audio” (audiobites). En el apogeo de la
crisis, estos chispazos (flashes) se hicieron tan numerosos, que, en
palabras del productor Fred Friendly de Murrow, “los
boletines informativos interrumpían a los boletines informativos”.
Cuando los oyentes pensaron que el mundo se estaba
aproximando al borde de la guerra, los niveles de audiencia de la CBS
se elevaron dramáticamente. Cuando Welles llevó a cabo su emisión ficticia más
tarde, después de que la crisis había retrocedido, él usó esta técnica del
boletín informativo para dar verosimilitud a las cosas. Comenzó la emisión
falsificando un programa estándar de música y baile, que se mantuvo siendo
interrumpido por “reportes desde la escena” cada vez más aterradores
desde Nueva Jersey. Los oyentes que entraron en pánico, reaccionaron no frente
al contenido sino frente al formato; ellos oyeron: “Interrumpimos este
programa para un boletín de emergencia”, e “invasión”,
e inmediatamente concluyeron que Hitler había invadido. La técnica de la
telenovela, transpolada a las noticias, había funcionado a una escala enorme e
inesperada.
“LITTLE ANNIE” Y EL “SUEÑO
WAGNERIANO” DE LA TV
En 1939 uno de los números del trimestral Journal
of Applied Psichology le fue cedido a Adorno y al Proyecto Radio para
que publicaran algunas de sus conclusiones. Su conclusión fue que los
estadounidenses, durante los últimos veinte años, se habían convertido en
“mentalmente orientados hacia la radio”, y que su audiencia se había
hecho tan fragmentada que la repetición del formato era la clave para la
popularidad. La selección de canciones (play list) determinaba los “hits” (éxitos)
—una verdad bien conocida por el crimen organizado, tanto entonces como ahora—,
y la repetición podía hacer de cualquier forma de música o de cualquier
intérprete, incluso uno de música clásica, una “estrella”. Mientras
se mantuviera una forma o contexto familiar, casi cualquier contenido podría
convertirse en aceptable. “Las canciones exitosas, las estrellas y
telenovelas no sólo son tipos cíclicamente recurrentes y rígidamente
invariables”, dijo Adorno, resumiendo este material unos años más
tarde, “sino que el contenido específico del entretenimiento mismo se
deriva de ellos y sólo parece cambiar. Los detalles son intercambiables”.
El logro supremo del Proyecto Radio fue
“Little Annie”, oficialmente titulado el Analizador de Programas
Stanton-Lazersfeld. La investigación del Proyecto Radio había
mostrado que todos los métodos anteriores de encuestas anticipatorias eran
ineficaces. Hasta aquel punto, los espectadores de un pre-estreno escuchaban un
espectáculo o veían una película, y luego se le hacían preguntas generales: ¿le
gusta el espectáculo?, ¿qué piensa usted de tal o cual interpretación? El Proyecto
Radio comprendió que este método no tomaba en consideración la percepción
atomizada de los espectadores con respecto al asunto, y exigía que ellos
hicieran un análisis racional de lo que había sido creado para ser una
experiencia irracional. De este modo, el Proyecto creó un
mecanismo en el cual a cada miembro de un auditorio de prueba se le
suministraba un tipo de reóstato [un regulador de la intensidad eléctrica] en
el cual él podría registrar la intensidad de su aprobación o rechazo en cada
momento. Comparando los gráficos individuales producidos por el dispositivo,
los operadores podían determinar, no si al auditorio le gustaba el espectáculo
entero —lo cual era irrelevante— sino qué situaciones o personajes les
producían un sentimiento positivo, aunque fuese momentáneo.
Little Annie transformó la radio, el cine, y finalmente la
programación de televisión. La CBS todavía mantiene instalaciones de
analizadores de programas en Hollywood y Nueva York; se dice que los resultados
se correlacionan en un 85% con los índices de audiencia. Otras redes y estudios
de cine tienen procesos similares. Esta clase de análisis es responsable de la
extraña sensación que usted tiene cuando, al ver una nueva película o programa
de televisión, usted piensa que ha visto todo eso antes. Usted la tiene, y muchas
veces. Si un analizador de programa indica que, por ejemplo, los auditorios
fueron particularmente estimulados por una breve escena en un drama de la
Segunda Guerra Mundial que mostraba a un cierto tipo de actor besando a un
cierto tipo de actriz, entonces aquel formato de escena será trabajado en
docenas de guiones, transpolados a la Edad Media, al espacio exterior,
etcétera.
El Proyecto Radio también comprendió que la
televisión tenía el potencial para intensificar todos los efectos que ellos habían
estudiado. La tecnología televisiva había existido durante algunos años, y
había sido exhibida en la Feria Mundial de 1936 en Nueva York, pero la única
persona que intentó una utilización seria de dicho medio había sido Adolf
Hitler. Los nacionalsocialistas transmitieron los eventos de los Juegos
Olímpicos 1936 “en directo” a recintos de visualización grupal por
toda Alemania; ellos estaban tratando de ampliar su gran éxito en la
utilización de la radio para “nazificar” todos los aspectos
de la cultura alemana. Proyectos posteriores para el desarrollo de la
televisión alemana fueron dejados de lado debido a los preparativos de guerra.
Adorno comprendió perfectamente este potencial,
escribiendo en 1944:
“La televisión apunta a la síntesis de la radio y
el cine, y se ve retrasada sólo porque las partes interesadas todavía no han
alcanzado un acuerdo, pero sus consecuencias serán bastante enormes y
prometerán intensificar el empobrecimiento del asunto estético muy
drásticamente, de modo que mañana la identidad apenas velada de todos los
productos industriales de la cultura puede aparecer triunfalmente a la vista
pública, cumpliendo burlonamente el sueño wagneriano de la Gesamtkunstwerk,
la fusión de todas las artes en una sola obra”.
El punto obvio es éste: las formas profundamente
irracionales del entretenimiento moderno —el estúpido y erotizado contenido de
la mayor parte de la televisión y las películas, y el hecho de que su emisora
local de radio de música clásica programe a Stravinsky al lado de Mozart— no
tendrían que ser necesariamente de esa manera. Ellas fueron diseñadas para ser
de esa manera. El diseño fue tan exitoso, que hoy nadie ni siquiera cuestiona
los motivos o los orígenes.
3. CREANDO LA “OPINIÓN PÚBLICA”: EL ESPANTAJO DE LA
“PERSONALIDAD AUTORITARIA” Y LA OFICINA DE SERVICIOS ESTRATÉGICOS
(OSS)
Los esfuerzos de los conspiradores del Proyecto
Radio para manipular a la población engendraron la pseudo-ciencia moderna
de la encuesta de opinión pública, a fin de conseguir el mayor control
de los métodos que ellos estaban desarrollando.
Hoy, las encuestas de opinión pública, tal como las
noticias de televisión, han sido completamente integradas en nuestra sociedad.
Una “encuesta científica” de lo que la gente se dice que piensa
acerca de un asunto puede ser producida en menos de veinticuatro horas. Algunas
campañas para altos cargos políticos son completamente formadas a partir de
encuestas. En efecto, muchos políticos tratan de crear temas que en sí mismos
carecen de significación, pero que ellos saben que aparecerán bien en las
encuestas, solamente con el propósito de realzar su propia imagen como
“popular”. Las decisiones políticas importantes son tomadas, incluso
antes del voto real de la ciudadanía o de la legislatura, de acuerdo al
resultado de las encuestas. Los periódicos publicarán de vez en cuando
editoriales hipócritas que piden a la gente que piense por sí misma, incluso
mientras el agente comercial del periódico envía un cheque a la organización
local de encuestas.
La idea de “opinión pública” no es nueva,
por supuesto. Platón habló en contra de ella en su obra La República
hace más de dos milenios. Alexis de Tocqueville escribió con mucho detalle de
su influencia en Estados Unidos a principios del siglo XIX. Pero nadie pensó en
medir la opinión pública antes del siglo XX, y nadie antes de los años 30 pensó
en usar aquellas mediciones para la toma de decisiones.
Es conveniente hacer una pausa y reflexionar sobre el
concepto entero. La creencia de que la opinión pública puede ser un
determinante de la verdad es filosóficamente insana. Ello excluye la idea de la
mente individual racional. Cada mente individual contiene la chispa divina de
la razón y es por ello capaz de descubrimientos científicos, y de entender los
descubrimientos de otros. La mente individual es una de las pocas cosas que no
pueden, por lo tanto, ser “promediadas”. Considere esto: En el
momento del descubrimiento creativo, es posible, si es que no probable, que el
científico que hace el descubrimiento sea la única persona que sostenga dicha
opinión sobre la Naturaleza, mientras que todos los demás tienen una opinión
diferente, o ninguna opinión. Uno sólo puede imaginar cuál hubiera sido una
“encuesta científicamente conducida” en cuanto al modelo de Kepler
del Sistema Solar, poco después de que él publicara su “Armonía del
Mundo”: el 2% a favor, el 48% en contra, y el 50% sin ninguna
opinión.
Estas técnicas evaluativas psicoanalíticas llegaron a
ser estándares, no sólo para la Escuela de Frankfurt sino también en
todos los departamentos estadounidenses de ciencias sociales, particularmente
después de que el ISR llegó a Estados Unidos. La metodología era la base de la
obra de investigación por la cual la Escuela de Frankfurt es más
conocida, el proyecto de la “personalidad autoritaria” (véase anexo
1). En 1942 el director del ISR Max Horkheimer entró en contacto con el American
Jewish Committee, el cual le pidió establecer un Departamento de
Investigación Científica dentro de su organización. El AJC también
proporcionó una gran subvención para estudiar el anti-judaísmo en la población
estadounidense. “Nuestro objetivo”, escribió Horkheimer en
la Introducción al estudio, “no es simplemente describir el prejuicio
sino explicarlo a fin de ayudar a su erradicación… Erradicación significa
reeducación científicamente planeada sobre la base de la comprensión a que se
ha llegado científicamente”.
LA ESCALA A-S
Por último, se produjeron cinco volúmenes para este
estudio durante el curso de finales de los años ’40, el más importante fue el
último, La Personalidad Autoritaria, de Adorno, con la ayuda de tres
psicólogos sociales de Berkeley, California.
En los años 30, Erich Fromm había ideado un
cuestionario para ser usado para analizar a los trabajadores alemanes
psicoanalíticamente como “autoritarios”, “revolucionarios”
o “ambivalentes”. El núcleo del estudio de Adorno era, una vez más,
la escala psicoanalítica de Fromm (véase anexo 2), pero con el fin positivo
cambiado desde una “personalidad revolucionaria” a una
“personalidad democrática”, a fin de hacer las cosas más aceptables
para una audiencia de posguerra.
Nueve rasgos de personalidad fueron probados y
medidos, incluyendo:
• convencionalismo: adhesión rígida a valores
convencionales de la clase media;
• agresión autoritaria: la tendencia a estar alerta
para condenar, rechazar y castigar a la gente que viola los valores
convencionales.
• proyectividad: la disposición a creer que cosas
salvajes y peligrosas están ocurriendo en el mundo.
• sexo: preocupación exagerada por acontecimientos
sexuales.
A partir de esas mediciones fueron construidas
diversas escalas: la Escala E (etnocentrismo), la Escala PEC (conservadurismo
político y económico), la Escala A-S (anti-semitismo), y la Escala F (fascismo).
Usando la metodología de Rensis Lickerts para evaluar resultados, los autores
fueron capaces de obtener una definición empírica de lo que Adorno llamó
“un nuevo tipo antropológico”, la personalidad autoritaria.
La prestidigitación aquí, como en todo el trabajo de revisión psicoanalítica,
es la suposición de un “tipo” Weberiano. Una vez que dicho tipo ha
sido estadísticamente determinado, todo el comportamiento puede ser explicado;
si una personalidad anti-semítica no actúa de un modo anti-semítico,
entonces ella tiene una segunda intención para actuar, o está siendo
discontinua. La idea de que una mente humana es capaz de una transformación, es
ignorada.
Los resultados de este mismo estudio pueden ser
interpretados de maneras diametralmente diferentes. Uno podría decir que el
estudio demostró que la población de Estados Unidos era generalmente
conservadora, que no quería abandonar una economía capitalista, que creía en
una familia fuerte, que pensaba que la promiscuidad sexual debería ser
castigada, que pensaba que el mundo de posguerra era un lugar peligroso y que
todavía recelaba de los judíos (y de los negros, los católicos, los orientales,
etc., lamentablemente verdadero, pero corregible en un contexto social de
crecimiento económico y optimismo cultural). Por otra parte, uno podría tomar
los mismos resultados y demostrar que los pogroms anti-judíos y las
reuniones de Núremberg estaban bullendo justo bajo la superficie, esperando por
un nuevo Hitler para encenderlos. Cuál de las dos interpretaciones usted acepte
es una decisión política, no científica.
Horkheimer y Adorno creían firmemente que todas las
religiones, incluido el judaísmo, eran “el opio de las masas”. El
objetivo de ellos no era proteger a los judíos del prejuicio sino la creación
de una definición de autoritarismo y anti-semitismo que pudiera ser
explotada para forzar la “reeducación científicamente planeada” de
estadounidenses y europeos lejos de los principios de la civilización
judeo-cristiana, a la que la Escuela de Frankfurt despreciaba. En sus
escritos teóricos de ese período, Horkheimer y Adorno impulsaron dicha tesis
hasta su grado más paranoide: tal como el capitalismo era intrínsecamente
fascístico, la filosofía del cristianismo mismo es la fuente del anti-semitismo.
Como Horkheimer y Adorno conjuntamente escribieron en sus “Elementos
de Anti-Semitismo” de 1947:
“Cristo, el espíritu hecho carne, es el hechicero deificado. El
auto-reflejo del hombre en lo absoluto, la humanización de Dios por
medio de Cristo, es el proton pseudos [la falsedad original]. El
progreso más allá del judaísmo está asociado con la suposición de que el hombre
Jesús se ha hecho Dios. El aspecto reflector del cristianismo, la
intelectualización de la magia, es la raíz del mal”.
Al mismo tiempo, Horkheimer pudo escribir en un
artículo más popularizado titulado “Anti-Semitismo: Una Enfermedad
Social”, que “actualmente, el único país donde no parece
haber ninguna clase de anti-semitismo es Rusia” (!).
Esta tentativa egoísta de maximizar la paranoia fue
posteriormente reforzada por Hannah Arendt, quien popularizó la investigación
de la personalidad autoritaria en su ampliamente leído “Orígenes del
Totalitarismo”. Arendt también añadió la famosa expresión retórica
acerca de la “banalidad del mal” en su posterior libro “Eichmann
en Jerusalén”: incluso un simple tendero como Eichmann puede
convertirse en una bestia nazi bajo las apropiadas circunstancias
psicológicas, por lo que cada Gentil es, psicoanalíticamente,
sospechoso.
Ésta es la versión extrema de Arendt de la tesis de la
personalidad autoritaria, que es la filosofía influyente de la Red de
Vigilancia de las Sectas de hoy (Cult Awareness Network, CAN), un
grupo que trabaja con el Ministerio de Justicia estadounidense y la Liga
Anti-Difamación del B’nai B’rith, entre otros. Usando el método
stándard de la Escuela de Frankfurt, la CAN identifica a los grupos
políticos y religiosos que son sus enemigos políticos, y luego los etiqueta de
nuevo como una “secta”, a fin de justificar sus actuaciones contra
ellos.
LA EXPLOSIÓN DE LA OPINIÓN PÚBLICA
A pesar de su indemostrable tesis central de
“tipos psicoanalíticos”, la metodología de evaluación interpretativa
de la Escuela de Frankfurt llegó a ser dominante en las ciencias
sociales, y permanece esencialmente así hoy. De hecho, la adopción de estas
nuevas técnicas supuestamente científicas en los años 30 provocaron una
explosión del uso de encuestas de opinión pública, la mayor parte de ellas
financiadas por la Avenida Madison [sede de la industria publicitaria en Nueva
York]. Los principales encuestadores de hoy —A. C. Neilsen, George Gallup, Elmo
Roper— comenzaron a mediados de los años 30, y comenzaron a usar los métodos
del ISR, sobre todo considerando el éxito del Analizador de Programas de
Stanton y Lazersfeld. Hacia 1936, la actividad de las encuestas se había hecho
suficientemente extendida para justificar una asociación comercial, la Academia
Estadounidense de Investigación de la Opinión Pública (AAPOR) en
Princeton, encabezada por Lazersfeld. Al mismo tiempo, la Universidad de
Chicago creó el Centro de Investigación de Opinión Nacional. En 1940
la Oficina de Investigación de la Radio fue convertida en la Oficina de
Investigación Social Aplicada, una división de la Universidad de Columbia,
con el incansable Lazersfeld como su director.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Lazersfeld
promovió especialmente el uso de encuestas para psicoanalizar el comportamiento
estadounidense en cuanto a votaciones y, en el momento de la elección
presidencial de 1952, las agencias publicitarias de la Avenida Madison tenían el
control firme de la campaña de Dwight Eisenhower, utilizando el trabajo de
Lazersfeld.
1952 fue también la primera elección bajo la influencia de la televisión, la
cual, como Adorno había predicho ocho años antes, había crecido hasta conseguir
una increíble influencia en un tiempo muy corto. Batten, Barton, Durstine y
Osborne —la legendaria agencia publicitaria “BBD&O”— diseñaron
las apariciones de campaña de Eisenhower completamente para las cámaras de televisión,
y tan cuidadosamente como las reuniones de Núremberg de Hitler. “Spots”
publicitarios de un minuto fueron promovidos para satisfacer las necesidades de
los votantes, determinadas por las encuestas.
Esta bola de nieve no ha dejado de rodar desde
entonces. El desarrollo entero de la televisión y el avisaje en los años 50 y 60
fue promovido por hombres y mujeres que fueron entrenados en las técnicas de la
Escuela de Frankfurt de la alienación de masas. Frank Stanton provino
directamente del Proyecto Radio para llegar a convertirse en el más
importante líder de la televisión moderna. El principal rival de Stanton en el
período formativo de la televisión fue Sylvester “Pat” Weaver de la
NBC. Después de un doctorado en “conducta de los auditores”, Weaver
trabajó con el Analizador de Programas a fines de los años 30, antes de
convertirse en un vicepresidente de Young & Rubicam, luego
director de programación de la NBC, y por último presidente de dicha red. Las
historias de Stanton y Weaver son típicas.
Hoy, los hombres y las mujeres que dirigen las redes
emisoras, las agencias publicitarias y las organizaciones de encuestas, incluso
si ellos nunca han oído hablar de Theodor Adorno, creen firmemente en la teoría
de éste de que los medios pueden, y deberían, convertir todo lo que ellos tocan
en “fútbol”. La cobertura de la Guerra del Golfo de 1991 debería
dejar claro aquello.
La técnica de los medios de comunicación y de la
publicidad desarrollada por la Escuela de Frankfurt ahora controla efectivamente
las campañas políticas estadounidenses. Las campañas ya no están basadas en
programas políticos sino realmente en la alienación. Los pequeños retortijones
y los miedos irracionales son identificados por la encuesta psicoanalítica,
para ser metamorfoseados en “temas” a ser considerados; los avisos de
“Willie Horton” de la campaña presidencial de 1988, y la propuesta
“enmienda de la quema de bandera (estadounidense)” [para impedir
constitucionalmente su quema] son sólo dos ejemplos recientes. Las cuestiones
que determinarán el futuro de nuestra civilización son escrupulosamente
reducidas a oportunidades para fotografías y fragmentos de audio —como los
reportes originales de radio de los años 30 de Ed Murrow— donde el efecto
dramático es maximizado, y el contenido de ideas es igual a cero.
¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?
Parte de la influencia del fraude de la
“personalidad autoritaria” en nuestro propio día también se deriva
del hecho de que, increíblemente, la Escuela de Frankfurt y sus
teorías fueron oficialmente aceptadas por el Gobierno estadounidense durante la
Segunda Guerra Mundial, y esos partidarios de la Internacional Comunista fueron
responsables de determinar quiénes eran los enemigos de EE.UU. en tiempos de
guerra y durante la posguerra. En 1942 la Oficina de Servicios Estratégicos,
la rápidamente construida unidad de espionaje y de operaciones encubiertas de
EE.UU., le pidió al ex-presidente de Harvard, James Baxter, que formara una
rama de Investigación y Análisis (R&A) bajo la División de
Inteligencia del grupo. Hacia 1944, dicha rama había reunido a un grupo tan
grande y prestigioso de investigadores emigrados, que H. Stuart Hughes, en ese
entonces un joven doctor en Filosofía, dijo que trabajar para ella era “una
segunda educación de graduado” por cuenta del Gobierno.
La Sección Centro-Europea estaba encabezada por el
historiador Carl Schorske; bajo él, en la muy importante Sección de
Alemania/Austria, estaba Franz Neumann como jefe de sección, con Herbert
Marcuse, Paul Baran y Otto Kirchheimer, todos veteranos del ISR. Leo Lowenthal
encabezó la sección de lengua alemana de la Oficina de Información de Guerra;
Sophie, la esposa de Marcuse, trabajó en la Oficina de Inteligencia Naval.
También en la rama de R&A estaban: Siegfried Kracauer, el antiguo
instructor en Kant de Adorno, ahora un teórico del cine, Norman O. Brown, quien
se haría famoso en los años ’60 al combinar la teoría de Marcuse del hedonismo
con la terapia de orgones de Wilhelm Reich para popularizar la
“perversidad polimorfa”, Barrington Moore Jr., posteriormente un
profesor de filosofía que co-escribió un libro con Marcuse, Gregory Bateson, el
marido de la antropóloga Margaret Mead (quien escribió para el diario de la Escuela
de Frankfurt), y Arthur Schlesinger, el historiador que integró la
Administración Kennedy.
La primera asignación de Marcuse fue encabezar un
equipo para identificar tanto a aquellos que serían juzgados como criminales de
guerra después de la guerra, como también a aquellos que eran potenciales
líderes de la Alemania de posguerra. En 1944 Marcuse, Neumann y Kirchheimer
escribieron la Guía de Des-Nazificación, que fue publicada más tarde
para los oficiales de las Fuerzas Armadas estadounidenses ocupantes de
Alemania, para ayudarles a identificar y suprimir comportamientos a favor de
los nacionalsocialistas. Después del armisticio, la rama de R&A envió
representantes para trabajar como enlaces de Inteligencia con las distintas
potencias de ocupación. Marcuse fue asignado a la zona estadounidense,
Kirchheimer a la zona francesa, y Barrington Moore a la soviética. En el verano
de 1945 Neumann la abandonó para convertirse en jefe de investigación para el
Tribunal de Núremberg. Marcuse permaneció en y alrededor de la Inteligencia de
Estados Unidos a principios de los años 50, ascendiendo a jefe de la rama
centro-europea de la Oficina de Investigación de Inteligencia del
Ministerio de Asuntos Exteriores, una oficina formalmente encargada de la “planificación
e implementación de un programa de investigación de Inteligencia positiva…
para cumplir con las exigencias de Inteligencia de la CIA y otras agencias
autorizadas”.
Durante su período como funcionario del Gobierno
estadounidense, Marcuse apoyó la división de Alemania en Este y Oeste, señalando
que eso impediría una alianza entre los recientemente liberados partidos
izquierdistas y las antiguas y conservadoras capas industriales y comerciales.
En 1949 él produjo un informe de 532 páginas, “Los Potenciales del
Comunismo Mundial” (desclasificado sólo en 1978), que sugería que la
estabilización económica de Europa mediante el Plan Marshall limitaría el
potencial de reclutamiento de los partidos comunistas de Europa occidental a
niveles aceptables, dando origen a un período de coexistencia hostil con la
Unión Soviética, marcado por la confrontación sólo en sitios lejanos como
Iberoamérica e Indochina. En total, un pronóstico sorprendentemente exacto.
Marcuse abandonó el ministerio de Asuntos Exteriores con una subvención de la Fundación
Rockefeller para trabajar con los diversos departamentos de Estudios
Soviéticos que fueron establecidos en muchas de las principales universidades
estadounidenses después de la guerra, en gran parte por veteranos de la rama de
R&A.
Al mismo tiempo, Max Horkheimer estaba haciendo un
daño aún mayor. Como parte de la des-nazificación de Alemania sugerida
por la rama de R&A, el Alto Comisionado estadounidense para Alemania, John
J. McCloy, usando fondos discrecionales personales, llevó a Horkheimer de
vuelta a Alemania para reformar el sistema universitario alemán. En efecto,
McCloy pidió al Presidente Truman y al Congreso que aprobaran un proyecto de la
ley que concedía a Horkheimer, quien se había naturalizado estadounidense, la
doble nacionalidad. Así, durante un breve período, Horkheimer fue la única
persona en el mundo en tener tanto la ciudadanía alemana como la
estadounidense. En Alemania, Horkheimer comenzó el trabajo preliminar para el
completo renacimiento de la Escuela de Frankfurt en aquella nación a
finales de los años 50, incluyendo la formación de toda una nueva generación de
eruditos anti-civilización occidental, como Hans-Georg Gadamer y Jürgen
Habermas, quien tendría una influencia muy destructiva en la Alemania de los
años 60.
En un período de la historia estadounidense en que algunos individuos
estaban siendo impulsados al desempleo y el suicidio por el aroma más débil del
izquierdismo, los veteranos de la Escuela de Frankfurt —todos con
grandiosas credenciales de la Internacional Comunista— vivieron lo que sólo
puede ser llamado vidas afortunadas. Estados Unidos, en un grado increíble,
había entregado la determinación de quiénes eran los enemigos de la nación a
los propios peores enemigos nacionales.
4. EL EROS ARISTOTÉLICO: MARCUSE Y LA CONTRACULTURA DE LA DROGAS DE LA
CIA
En 1989 se le pidió a Hans-Georg Gadamer, un protegido de
Martin Heidegger y el último de la generación original de la Escuela de
Frankfurt, que proporcionara una apreciación de su propia obra para el
periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. Él escribió:
«Uno tiene que concebir la ética de Aristóteles como un verdadero
cumplimiento del desafío socrático, que Platón había colocado en el centro de
sus diálogos en cuanto a la pregunta socrática acerca del bien… Platón
describió la idea del bien… como la idea final y más elevada, que es
supuestamente el principio más alto del ser para el universo, el Estado y el
alma humana. Contra esto, Aristóteles opuso una crítica decisiva, bajo la
famosa fórmula de “Platón es mi amigo, pero soy más amigo de la
verdad”. Él negó que uno pudiera considerar la idea del bien como un
principio universal del ser, que se supone que debe ser considerado del mismo
modo tanto por el conocimiento teórico como por el conocimiento práctico y la actividad
humana».
Esta declaración no sólo enuncia sucintamente la
filosofía subyacente de la Escuela de Frankfurt, sino que también
sugiere un punto de inflexión alrededor del cual podemos sistematizar la mayor
parte del combate filosófico de los dos últimos milenios. En términos más
simples, la corrección aristotélica de Platón separa la física de la
metafísica, relegando el Bien a un mero objeto de especulación con respecto al
cual “nuestro conocimiento permanece sólo como una hipótesis”,
en palabras de Wilhelm Dilthey, el filósofo favorito de la Escuela de
Frankfurt. Nuestro conocimiento del “mundo real”, como Dilthey,
Nietzsche y otros precursores de la Escuela de Frankfurt solían
enfatizar, se hace erótico, en el sentido más amplio de aquel término, como la
obsesión por un objeto. El universo se convierte en una colección de cosas que
cada uno maneja sobre la base de sus propias naturalezas (es decir,
genéticamente), y por medio de la interacción entre ellos (es decir,
mecánicamente).
La ciencia se convierte así en la deducción de las
categorías apropiadas de esas naturalezas e interacciones. Dado que la mente
humana es simplemente un sensorium, que espera que la manzana
newtoniana lo sacuda para llegar a deducciones, la relación de la Humanidad con
el mundo (y viceversa) se convierte en un apego erótico a los objetos. La
comprensión de lo universal —la busqueda mental de ser la imagen viva del Dios
vivo— es por lo tanto ilusoria. Aquel universal o no existe, o existe de un
modo incomprensible como un deus ex machina; es decir, lo Divino
existe como un súper-agregado al universo físico: Dios es realmente
Zeus, arrojando rayos sobre el mundo desde alguna localización exterior. (O,
quizás más apropiadamente: Dios es realmente Cupido, soltando flechas
de oro para hacer que los objetos se atraigan, y flechas de plomo para hacer
que los objetos se repelan). La clave del programa entero de la Escuela de
Frankfurt, desde su creador Lukacs en adelante, es la
“liberación” del eros aristotélico, para hacer que el
individuo experimente estados psicológicamente primarios.
Cuando los líderes del ISR (Institute for Social
Research) llegaron a Estados Unidos a mediados de los años 30, ellos se
regocijaron de que allí hubiese un lugar que no tenía ninguna defensa
filosófica adecuada contra la marca de ellos del Kulturpessimismus
(pesimismo cultural). Sin embargo, aunque la Escuela de Frankfurt hizo
importantes incursiones en la vida intelectual estadounidense antes de la
Segunda Guerra Mundial, aquella influencia estuvo en gran parte confinada a la
academia y a la radio y la radio, aunque importante, no tenía aún la abrumadora
influencia sobre la vida social que luego adquiriría durante la guerra. Además,
la movilización de EE.UU. para la guerra, y la victoria contra el fascismo,
dejaron de lado el programa de la Escuela de Frankfurt. Estados Unidos
en 1945 era casi sublimemente optimista, con una población firmemente
convencida de que una república movilizada, apoyada por la ciencia y la
tecnología, podría llevar a cabo casi todo. Los quince años posteriores a la
guerra, sin embargo, vieron la dominación de la vida de familia por la radio y
la televisión, formadas éstas por la Escuela de Frankfurt, en un
período de erosión política en la cual el gran potencial positivo de EE.UU.
degeneró en una postura puramente negativa contra la amenaza real, y a menudo
manipulada, de la Unión Soviética. Al mismo tiempo, cientos de miles de
personas de la generación joven —los llamados baby boomers— estaban
entrando a la universidad y siendo expuestos al veneno de la Escuela de
Frankfurt, directa o indirectamente.
Es ilustrativo que hacia 1960 la sociología se había
convertido en el más popular curso de estudios en las universidades
estadounidenses. En efecto, cuando uno mira las primeras agitaciones de la
rebelión estudiantil a principios de los años ’60, como los discursos del Movimiento
de Berkeley por la Libre Expresión o la Declaración de Port Huron
que dio origen a los Estudiantes por una Sociedad Democrática, uno se
sorprende de cuán carentes de contenido real eran dichas discusiones. Hay mucha
ansiedad en cuanto a que uno sea hecho para conformarse al sistema —”Soy
un ser humano; no doble, no perfore ni mutile” era un temprano slogan
en Berkeley—, pero está claro que los “problemas” citados se derivan
mucho más de los libros de texto de sociología requeridos, que de las
verdaderas necesidades de la sociedad.
LA REVOLUCIÓN PSICODÉLICA DE LA CIA
El bullente malestar en los campus en 1960 bien pudo
haber pasado o haber tenido un resultado positivo, si no hubiera sido por la
traumática decapitación de la nación por el asesinato de Kennedy, más la
introducción simultánea de un extendido uso de drogas. Las drogas siempre
habían sido un “instrumento analítico” de los Románticos del siglo
XIX, como los Simbolistas franceses, y eran populares entre la marginalidad
bohemia europea y estadounidense en el período posterior a la Segunda Guerra
Mundial. Sin embargo, en la segunda mitad de los años 50, la CIA y los servicios
de Inteligencia Aliados comenzaron una extensa experimentación con el
alucinógeno LSD para investigar su potencial para el control social.
Ha sido documentado ahora que millones de dosis de
sustancias químicas fueron producidos y diseminados bajo el patrocinio de la
Operación MK-Ultra de la CIA. El LSD se convirtió en la droga
preferida dentro de la agencia misma, y fue dado libremente a los amigos de la
familia, incluyendo a un número sustancial de veteranos de la OSS. Por ejemplo,
fue el veterano de la rama de Análisis e Investigación de la OSS
Gregory Bateson quien “encendió” al poeta beat Allen
Ginsberg para un experimento de la Armada estadounidense con LSD en Palo Alto,
California. No sólo Ginsberg, sino además el novelista Ken Kesey y los miembros
originales del grupo de rock The Grateful Dead abrieron las puertas de
la percepción, por cortesía de la Marina.
El gurú de la “revolución psicodélica”
Timothy Leary oyó hablar primeramente sobre alucinógenos en 1957 en la revista Life
(a cuyo editor, Henry Luce, a menudo se le dio el ácido gubernamental, al igual
que a muchos otros formadores de opinión), y comenzó su carrera como un
empleado contratado de la CIA. En una “reunión social” en 1977 de
pioneros del ácido, Leary admitió abiertamente: “Todo lo que soy, se
lo debo a la previsión de la CIA”. Los alucinógenos tienen el efecto
singular de hacer de la víctima alguien antisocial, totalmente egocéntrico y
preocupado por los objetos. Incluso los objetos más banales toman el
“aura” de que Benjamin había hablado, y llegan a ser atemporales e
ilusoriamente profundos. En otras palabras, los alucinógenos provocan
instantáneamente un estado de ánimo idéntico al prescrito por las teorías de la
Escuela de Frankfurt. Y la popularización de esos productos químicos
creó una enorme inestabilidad psicológica al llevarse aquellas teorías a la
práctica. Así, la situación a principios de los años ’60 representó un
brillante punto de reingreso para la Escuela de Frankfurt, que fue
totalmente explotado.
Una de las ironías supremas de la “Generación del
Ahora” de 1964 en adelante, es que, a pesar de todas sus objeciones contra
la completa modernidad, ninguna de sus ideas o resultados tenía menos de
treinta años. La teoría política provenía completamente de la Escuela de
Frankfurt. Lucien Goldmann, un radical francés que era un profesor
visitante en Columbia en 1968, estaba absolutamente en lo correcto cuando él
dijo de Herbert Marcuse en 1969 que “los movimientos estudiantiles…
encontraron en las obras de él, y en último término sólo en sus obras, la
formulación teórica de sus problemas y aspiraciones”. El pelo largo y
las sandalias, las comunas de amor libre, la comida macrobiótica y los estilos
de vida liberados, habían sido diseñados durante el cambio de siglo, y
completamente puestos a prueba en el terreno por diversos experimentos sociales
New Age conectados con la Escuela de Frankfurt, como la
comuna de Ascona, en Suiza, antes de 1920 (véase anexo 3). Incluso el
desafiante dicho de Tom Hayden “Nunca confíes en nadie de más de
treinta años” era simplemente una versión menos urbana del dicho de
1905 de Rupert Brooke “No vale la pena hablarle a nadie de más de
treinta años”. Los planificadores sociales que formaron los años ’60
simplemente se basaron en materiales ya disponibles.
EROS Y CIVILIZACIÓN
El documento fundacional de la contra-cultura
de los años 60, que llevó el “mesianismo revolucionario” de la Escuela
de Frankfurt de los años 20 a los años 60, fue el libro Eros y
Civilización de Marcuse, originalmente publicado en 1955 y financiado por
la Fundación Rockefeller. El documento resume magistralmente la
ideología de la Escuela de Frankfurt del Kulturpessimismus en
el concepto de “dimensionalidad”. En una de las perversiones más
extrañas de la Filosofía, Marcuse afirma derivar este concepto desde Friedrich
Schiller.
Schiller, a quien Marcuse a propósito identifica
incorrectamente como el heredero de Immanuel Kant, reconoció dos dimensiones en
la Humanidad: un instinto sensorial y un impulso hacia la forma. Schiller
abogaba por la armonización de estos dos instintos en el hombre en la forma de
un creativo instinto de juego. Para Marcuse, por otra parte, la única
esperanza para evitar la unidimensionalidad de la moderna sociedad industrial
era liberar el lado erótico del hombre, el instinto sensual, en rebelión contra
la “racionalidad tecnológica”. Como Marcuse diría posteriormente
(1964) en su libro El Hombre Unidimensional, “Una
confortable, suave, razonable y democrática falta de libertad prevalece en la
avanzada civilización industrial, un indicativo del progreso técnico”.
Él mal identifica esta liberación erótica con el “instinto de juego”
de Schiller, el cual, más bien que ser erótico, es una expresión de caridad, el
más alto concepto del amor, asociado con la verdadera creatividad.
La conflictiva teoría de Marcuse de la liberación
erótica es algo implícito en Sigmund Freud, pero no explícitamente enfatizado,
excepto por algunos renegados freudianos como Wilhelm Reich y, hasta cierto
punto, Carl Jung. Cada aspecto de la cultura en Occidente, incluyendo la razón
misma, dice Marcuse, actúa para reprimir esto: “El universo
totalitario de la racionalidad tecnológica es la última transmutación de la
idea de la razón”. O bien: “Auschwitz sigue frecuentando no
los recuerdos sino los logros del hombre: los vuelos espaciales, los cohetes y
misiles, las grandes plantas electrónicas…”.
Esta liberación erótica debería tomar la forma de un
“Gran Rechazo”, un rechazo total del monstruo “capitalista”
y todas sus obras, incluyendo la razón “tecnológica” y el
“lenguaje ritual y autoritario”. Como parte del Gran Rechazo,
la Humanidad debería desarrollar una “cultura [ethos]
estética”, convirtiendo la vida en un ritual estético, en un “estilo
de vida” (una frase absurda que entró en el lenguaje en los años 60 bajo
la influencia de Marcuse). Con Marcuse representando la punta de la cuña, los
años 60 estuvieron llenos de justificaciones intelectuales de la rebelión
sexual adolescente carente de contenido. Eros y Civilización fue
reeditado como una edición barata en 1961, y le sucedieron varias ediciones. En
el prefacio a la edición de 1966, Marcuse añadió que el nuevo lema “Haz
el Amor, No la Guerra” era exactamente de lo que él estaba hablando: “La
lucha por el Eros es una lucha política”.
En 1969 él señaló que incluso el uso obsesivo de
obscenidades por parte de la Nueva Izquierda en sus manifiestos era parte del
Gran Rechazo, llamándolo “una rebelión lingüística sistemática, que destruye
el contexto ideológico en el cual las palabras son empleadas y definidas”.
Marcuse fue ayudado por el psicoanalista Norman O. Brown, su protegido en
la OSS, quien colaboró con “Life against Death” en 1959, y “Love’s
Body” en 1966, pidiendo que el hombre se deshiciera de su ego
razonable y “acorazado” y lo sustituyera por un “ego corporal
dionisiaco” que abrazaría la realidad instintiva de la perversidad
polimorfa, y llevaría al hombre de vuelta a la “unión con la Naturaleza”.
Los libros de Reich, quien había afirmado que el
Nacionalsocialismo había sido causado por la monogamia, fueron reeditados.
Reich había muerto en una prisión estadounidense, encarcelado por recibir
dinero bajo el supuesto de que el cáncer podría ser curado canalizando de nuevo
la “energía de los orgones”. La educación primaria llegó a ser
dominada por el principal seguidor de Reich, A. S. Neill, un miembro del culto
teosófico de los años 30 y un ateo militante, cuyas teorías educacionales
exigían que a los estudiantes se les enseñara a rebelarse contra los
profesores, los cuales son, por naturaleza, autoritarios. El libro de Neill “Summerhill”
vendió 24.000 copias en 1960, elevándose a 100.000 en 1968, y a 2 millones
en 1970; hacia 1970 era lectura requerida en 600 cursos universitarios,
convirtiéndose en uno de los textos de educación más influyentes del período, e
incluso en un punto de referencia para los escritores recientes sobre el tema.
Marcuse mostró el camino para el completo renacimiento
del resto de los teóricos de la Escuela de Frankfurt, introduciendo de
nuevo en Estados Unidos al olvidado hacía tiempo Georg Lukacs. Marcuse mismo se
convirtió en el pararrayos de los ataques contra la contracultura, y
fue regularmente atacado por fuentes tales como el diario soviético Pravda
y el entonces gobernador de California Ronald Reagan. La única crítica de algún
mérito en ese entonces, sin embargo, fue una del Papa Pablo VI, quien en 1969
nombró a Marcuse (un paso extraordinario, ya que el Vaticano por lo general se
abstiene de denuncias formales de individuos vivos), junto con Freud, por la
justificación que éstos hacían de “expresiones ofensivas y
desenfrenadas de erotismo”; y calificó a la teoría de Marcuse de la
liberación, como “la teoría que abre el camino para la licencia
disfrazada como libertad… una aberración del instinto”.
El erotismo de la contracultura significó
mucho más que el amor libre y un ataque violento contra la familia nuclear.
También significó la legitimación del eros filosófico. La gente fue
entrenada para verse a sí misma como objetos, determinados por sus
“naturalezas”. La importancia del individuo como una persona dotada
de la chispa divina de la creatividad, y capaz de actuar sobre toda la
civilización humana, fue sustituida por la idea de que la persona es importante
porque es negra, o porque es una mujer, o siente impulsos homosexuales. Esto
explica la deformación del movimiento por los derechos civiles en un movimiento
del “poder negro”, y la transformación del legítimo asunto de los
derechos civiles para las mujeres, en el feminismo. La discusión de los
derechos civiles de las mujeres fue forzada para convertirse en otro
“culto de liberación”, completo con quema de sostenes y otros
rituales, a veces abiertamente estilo Astarté. Una reseña de Sexual
Politics de Kate Millet (1970) y de El Eunuco Femenino (1971) de
Germaine Greer, demuestra su completa dependencia de Marcuse, Fromm, Reich y
otros extremistas freudianos.
EL MAL VIAJE
Esta popularización de la vida como un ritual erótico
y pesimista no disminuyó, sino que de hecho se hizo más profunda durante los
últimos veinte años, ella es la base del horror que vemos alrededor de
nosotros. Los herederos de Marcuse y Adorno dominan completamente las
universidades, enseñando a sus propios alumnos a reemplazar la razón por
ejercicios rituales “Políticamente Correctos”. Hay muy pocos libros
teóricos sobre artes, letras o lingüística publicados hoy en Estados Unidos o
Europa que no reconozcan abiertamente su deuda con la Escuela de Frankfurt.
La cacería de brujas en los recintos universitarios de
hoy es simplemente la puesta en práctica del concepto de Marcuse de la
“tolerancia represiva” —“tolerancia hacia los movimientos de
la Izquierda, pero intolerancia hacia los movimientos de la Derecha”— ejecutada
por los alumnos de la Escuela de Frankfurt, que ahora se han
convertido en los profesores de los estudios sobre la mujer y sobre los
afro-estadounidenses. El portavoz más letrado en cuanto a los estudios sobre
los afro-estadounidenses, por ejemplo, el profesor Cornell West de Princeton,
declara públicamente que sus teorías se derivan de Georg Lukacs. Al mismo
tiempo, la fealdad tan cuidadosamente fomentada por los pesimistas de la Escuela
de Frankfurt ha corrompido nuestros más altos esfuerzos culturales. Uno
difícilmente encuentra una interpretación de una ópera de Mozart que no haya
sido completamente deformada por un director de orquesta que, siguiendo a
Benjamin y al ISR, quiere “liberar el subtexto erótico”.
Usted no puede pedir a una orquesta que interprete a Schönberg y a Beethoven en
el mismo programa, y que mantenga su integridad para este último. Y cuando
nuestra cultura superior se hace impotente, la cultura popular se hace
abiertamente bestial.
Una imagen final: los niños estadounidenses y europeos
diariamente ven películas como Pesadilla en la Calle Elm y Total
Recall, o programas de televisión comparables a éstas. Una escena típica
en uno de éstos presentará a una figura surgiendo de un escenario televisivo;
la piel de su cara se caerá a pedazos de una manera realista para revelar a un
hombre horriblemente deforme con dedos de hoja de afeitar, dedos que comienzan
a crecer muchos centímetros de longitud, y —repentinamente— la víctima es
acuchillada en tiras sangrientas. Esto no es entretenimiento. Esto es una
alucinación profundamente paranoide de una cabeza en LSD. Lo peor de lo que
sucedió en los años 60 es ahora la agenda diaria. Debido a la Escuela de
Frankfurt y sus co-conspiradores, el Occidente está experimentando un “mal
viaje” [del léxico de las drogas] del cual no está siendo permitido
bajarse.
Los principios de acuerdo a los cuales fue construida
la civilización judeo-cristiana occidental ya no son dominantes ahora en
nuestra sociedad; ellos existen sólo como una especie de movimiento clandestino
de resistencia. Si aquella resistencia es finalmente sumergida, entonces la
civilización no sobrevivirá, y en nuestra época de enfermedades pandémicas
incurables y armamentos nucleares, el colapso de la civilización occidental muy
probablemente se llevará con ella al resto del mundo al infierno.
El camino de salida es crear un Renacimiento. Si
aquello suena grandioso, es sin embargo lo que se necesita. Un renacimiento
significa comenzar de nuevo, desechar el mal, y lo inhumano, y lo que es
evidentemente estúpido, y volver, cientos o miles de años, a las ideas que
permiten que la Humanidad crezca en libertad y bondad. Una vez que hemos
identificado aquellas creencias principales, podemos comenzar a reconstruir la
civilización.
Por último, un nuevo Renacimiento deberá basarse en
científicos, artistas y compositores, pero en el primer momento, ello depende
de la gente aparentemente ordinaria que defenderá la chispa divina de la razón
en ellos, y que no tolerará menos que eso en otros. Considerando los éxitos de
la Escuela de Frankfurt y sus patrocinadores de su Nueva Era Oscura,
estos individuos corrientes, con su creencia en la razón y en la diferencia
entre lo correcto y lo incorrecto, serán “impopulares”. Sin embargo,
ninguna idea realmente buena fue popular alguna vez, al principio. –
********
ANEXOS
1. LA TEORÍA DE LA PERSONALIDAD AUTORITARIA
La Escuela de Frankfurt ideó el perfil de la
“personalidad autoritaria” como un arma para ser usada contra sus
enemigos políticos. El fraude descansa en la suposición de que las acciones de
una persona no son importantes, más bien, la cuestión es la actitud
psicológica del actor, como la determinan los científicos sociales como
los de la Escuela de Frankfurt. El concepto es diametralmente opuesto
a la idea de la ley natural y a los principios legales republicanos sobre los
cuales fue fundado Estados Unidos; es, de hecho, fascistoide, e idéntico a la
idea del “delito de pensamiento”, como lo describió George
Orwell en su libro “1984”, y a la teoría del “crimen
deliberado” desarrollada por el juez nacionalsocialista Roland Freisler a
principios de los años 30.
Cuando la Escuela de Frankfurt estaba en su
fase abiertamente pro-bolchevique, su trabajo acerca de la personalidad
autoritaria fue diseñado para identificar a la gente que no era lo
suficientemente revolucionaria, de modo que esa gente pudiera ser
“reeducada”. Cuando la Escuela de Frankfurt amplió su
investigación después de la Segunda Guerra Mundial por orden del American
Jewish Committee y de la Fundación Rockefeller, su objetivo no
era identificar el anti-semitismo; aquello era simplemente un tema de
portada. Su objetivo era medir la adhesión a las creencias centrales de la
civilización judeo-cristiana occidental, de modo que dichas creencias pudieran
ser caracterizadas como “autoritarias” y desacreditadas.
Para los conspiradores de la Escuela de Frankfurt,
el peor crimen era la creencia de que cada individuo estaba dotado de la razón
soberana, la que podría permitirle determinar lo que es correcto e incorrecto
para la sociedad entera. Así, decir a la gente que ella tiene una idea
razonable a la cual debería conformarse, es extremismo autoritario y
paternalista.
Según estos estándares, los jueces de Sócrates y Jesús
estaban en lo correcto al condenar a esos dos individuos (como afirma, por
ejemplo, I. F. Stone en un caso en su “Juicio de Sócrates”).
Da la medida de nuestro propio colapso cultural el que esta definición del
autoritarismo sea aceptable para la mayor parte de los ciudadanos, y que sea
libremente usada por maniobras políticas como la Liga Anti-Difamación
y la Red de Vigilancia de las Sectas (Cult Awareness Network)
para “demonizar” a sus enemigos políticos.
2. EL CAMBIO DE PARADIGMA DE LA NUEVA ERA
El trabajo de revisión original de los años 30 de la Escuela
de Frankfurt, incluyendo la “personalidad autoritaria”, estuvo
basado en categorías psicoanalíticas desarrolladas por Erich Fromm. Fromm sacó
esas categorías de las teorías de J. J. Bachofen, un colaborador de Nietzsche y
de Richard Wagner, que afirmó que la civilización humana era originalmente
“matriarcal”. Ese período primordial de “democracia ginocrática”
y de dominio del culto a la Magna Mater (Gran Madre), dijo Bachofen,
fue sumergido por el desarrollo del “patriarquismo” racional y
autoritario, incluyendo la religión monoteísta. Más tarde, Fromm utilizó esta
teoría para afirmar que el apoyo a la familia nuclear constituía una evidencia
de tendencias autoritarias.
En 1970, cuarenta años después de que él proclamó por
vez primera la importancia de la teoría de Bachofen, Erich Fromm de la Escuela
de Frankfurt examinó cuán lejos se habían desarrollado las cosas. Él
enumeró siete “cambios sociales y psicológicos” que indicaban el
avance del matriarquismo por sobre el patriarquismo:
• “El fracaso del sistema patriarcal-autoritario
para cumplir su función”, incluyendo la prevención de la contaminación.
• “Revoluciones democráticas” que funcionan
sobre la base del “consenso manipulado”.
• “La revolución femenina”.
• “La revolución de los adolescentes y de los
niños”, basada en el trabajo de Benjamin Spock y otros, permitiendo a los
niños nuevas y más adecuadas maneras de expresar su rebelión.
• El ascenso del movimiento juvenil radical, que
abraza totalmente a Bachofen, en su énfasis en el sexo grupal, una débil
estructura de familia, y ropa y comportamientos “unisex”.
• El uso creciente de Bachofen por profesionales para
corregir el análisis demasiado sexual de Freud de la relación madre-hijo. Esto
haría del Freudismo algo menos amenazante y más aceptable para la población
general.
• “La visión del paraíso de los consumidores…
En esta visión, la técnica asume las características de la Gran Madre, una
madre técnica en vez de una natural, que cuida a sus hijos y los pacifica con
un arrullo interminable (en la forma de la radio y la televisión). En el
proceso, el hombre se hace emocionalmente un niño, sintiéndose seguro con la
esperanza de que los pechos de la madre siempre suministrarán abundante leche,
y que las decisiones ya no tienen que ser tomadas por el individuo”.
3. HIPPIES NAZI-COMUNISTAS DE LOS AÑOS
20
Una abrumadora cantidad de la filosofía y los
productos de la contracultura estadounidense de los años 60, más el
absurdo de la Nueva Era de hoy, se derivan de un experimento social en
gran escala localizado en Ascona, Suiza, aproximadamente a partir de 1910 hasta
1935. Originalmente un área recreacional para miembros de la secta de la
Teosofía de Helena Blavatsky, el pequeño pueblo suizo se convirtió en el asilo
para cada secta ocultista, izquierdista y racista del movimiento original de la
Nueva Era de principios del siglo XX. Hacia el final de la Primera
Guerra Mundial, Ascona era indistinguible de lo que Haight-Ashbury [en San
Francisco, California] llegaría a ser más tarde, lleno de tiendas de alimentos
naturales, librerías ocultistas que venden el I Ching, y Naturmenschen,
“Mr. Naturals” [personaje de caricatura de Robert Crumb] que
se pasearían con sus pelos largos, abalorios, sandalias y túnicas a fin de
“regresar a la Naturaleza”.
La influencia dominante en dicha área vino del doctor
Otto Gross, un alumno de Freud y amigo de Carl Jung, que había sido parte del
círculo de Max Weber cuando el fundador de la Escuela de Frankfurt
Georg Lukacs era también un miembro. Gross llevó a Bachofen a sus extremos
lógicos, y, en palabras de un biógrafo, “se dice que adoptó a
Babilonia como su civilización, en oposición a la de la Europa
judeo-cristiana… si Jezabel no hubiera sido derrotada por Elías, la historia
mundial habría sido diferente y mejor. Jezabel era Babilonia, religión de amor,
Astarté, Astoret; matándola a ella, el moralismo monoteísta judío expulsó del
mundo al placer”.
La solución de Gross fue recrear el culto de Astarté a
fin de comenzar una revolución sexual y destruir a la familia burguesa y
patriarcal. Entre los miembros de su culto estaban: Frieda y D. H. Lawrence,
Franz Kafka, Franz Werfel, el novelista que más tarde fue a Hollywood y
escribió La Canción de Bernadette; el filósofo Martin Buber; Alma
Mahler, la esposa del compositor Gustave Mahler, y más tarde la amante de
Walter Gropius, Oskar Kokoschka y Franz Werfel; entre otros. La Ordo
Templis Orientalis (OTO), la fraternidad ocultista establecida por el
satanista Aleister Crowley, tuvo su única logia femenina en Ascona. Da que
pensar cuando se comprende la gran cantidad de intelectuales ahora adorados
como héroes culturales que estuvieron bajo la influencia de la locura de la Nueva
Era en Ascona, incluyendo a casi todos los autores que disfrutaron de un
importante renacimiento en Estados Unidos en los años 60 y 70.
Dicha localidad y su filosofía figuran bastante en las obras
no sólo de Lawrence, Kafka y Werfel, sino también en la de los ganadores del Premio
Nóbel Gerhardt Hauptmann y Hermann Hesse, en las de H. G. Wells, Max Brod,
Stefan George, y las de los poetas Rainer Maria Rilke y Gustav Landauer. En
1935 Ascona se convirtió en el cuartel central para la anual Conferencia
Eranos de Carl Jung para popularizar el gnosticismo. Ascona fue también el
lugar de creación de la mayor parte de lo que ahora llamamos la danza moderna.
Fue el cuartel central de Rudolf von Laban, el
inventor de la forma más popular de notación de la danza, y de Mary Wigman.
Isadora Duncan era una invitada frecuente. Laban y Wigman, así como Duncan,
buscaban sustituir las geometrías formales del ballet clásico con recreaciones
de bailes cultuales que serían capaces de purificar ritualísticamente los
recuerdos raciales primordiales del auditorio. Cuando los nacionalsocialistas
llegaron al poder, Laban llegó a ser el oficial de danza más alto en el Reich,
y él y Wigman crearon el programa de danza ritual para los Juegos Olímpicos de
1936 en Berlín, que fue filmado por la directora personal de Hitler, Leni
Riefenstahl, una ex-alumna de Wigman. El peculiar psicoanálisis ocultista,
popular en Ascona, fue también decisivo en el desarrollo de gran parte del arte
moderno.
El movimiento Dadá se originó en la cercana
ciudad de Zúrich, pero todas sus figuras tempranas eran Asconenses en mente o
cuerpo, sobre todo Guillaume Apollinaire, que era un admirador particular de
Otto Gross. Cuando “Berlín Dada” anunció su creación en
1920, su manifiesto inaugural fue publicado en una revista fundada por Gross.
El documento primario del Surrealismo también se originó en Ascona. El doctor
Hans Prinzhorn, un psiquiatra de Heidelberg, viajaba a diario a Ascona, donde
era el amante de Mary Wigman. En 1922 él publicó un libro, “El Arte
del Enfermo Mental”, basado en pinturas de sus pacientes psicóticos,
acompañadas por un análisis que afirmaba que el proceso creativo mostrado en
dicho arte realmente era más liberado que el de los Viejos Maestros. El libro
de Prinzhorn fue ampliamente leído por los artistas modernos de la época, y un
historiador reciente lo ha llamado “la Biblia de los
Surrealistas”.